El pádel ha evolucionado exponencialmente en los últimos años: Más público, más torneos, más dinero, pero también más cambios de pareja. ¿Qué está pasando? Cada año que pasa es más común ver cómo las parejas se separan a mitad de temporada o incluso tras un par de torneos. En 2024, sólo han habido tres parejas que han aguantado todo el año: Tapia-Coello, Coki-Jon y Sager-Oria. Lo que hace unos años representaba estabilidad y confianza, hoy se ha transformado en una apuesta que dista mucho de ser profesional



Arriba, los números uno, Tapia y Coello. Abajo, de izquierda a derecha, Coki Nieto-Jon Sanz, y Nachi Sager-Salva Oria. Padel World Press y Premier Padel
Si miramos hacia atrás, no podemos evitar recordar la pareja Fernando Belasteguín y Juan Martín Díaz, quienes dominaron el circuito durante más de una década. Más que compañeros, eran una máquina perfectamente engranada, con muchísimos automatismos completamente definidos y una mentalidad que iba más allá de los malos momentos. Sabían que el éxito no siempre era inmediato, y apostaban por la paciencia, el trabajo en equipo y la confianza. Dos no se llevan catorce años en la cima del ranking buscando separarse a la primera de cambio; anteponían el proyecto a los momentos de bache de la pareja.

Juan Martín Díaz y Fernando Belasteguín. Pádel World Press
Hoy, el escenario es otro. Las parejas no duran lo suficiente como para alcanzar ese nivel de rodaje. Los resultados mandan: a la mínima racha de malos resultados o a un torneo por debajo de las expectativas, empiezan las dudas, los rumores y, muchas veces, la ruptura. El resultado: jugadores que saltan de una pareja a otra buscando una "fórmula mágica" que, en realidad, no existe. Esto no es solo un problema de los jugadores, sino también de cómo está el deporte actualmente. La presión por obtener resultados, el estrés de no ganar y las redes sociales, que magnifican cada victoria o derrota, aceleran este proceso de cambio. En el pádel, como en la vida misma, parece que se ha perdido la paciencia y la fe en construir algo sólido a largo plazo.
Pero, ¿es culpa de los jugadores únicamente? Quizás nosotros los medios, y también el público tenemos parte de responsabilidad. Nos hemos acostumbrado a consumir pádel como si fuera un espectáculo inmediato, pidiendo que todas las parejas ganen títulos y que, si Chingotto-Galán hacen 14 finales seguidas, y a la 15 se queda en semifinales, ya se ha quemado el proyecto y deben separarse. El morbo y los puzzles que se generan en redes sociales con cada cambio y cada baile de parejas es goloso, sí, pero ahora mismo, a diciembre de 2024, te preguntan que con quién terminó el 2023 Javi Garrido, y seguramente no te acuerdes.
El pádel moderno ha evolucionado en muchas cosas para bien, y no es casualidad el auge del deporte, pero hay algo que podríamos aprender de aquellas parejas del pasado: llámenme romántico, pero el verdadero éxito no se mide solo en títulos, sino en el camino que recorres con alguien a tu lado. Ojalá volvamos a ver más proyectos duraderos, ojalá vuelvan los Chingotto-Tello de turno, los Uri Botello-Javi Ruiz, que vuelva la esencia del padel; esos que no solo ganan partidos, sino que dejan una huella en la historia del deporte.
¿Será posible en estos tiempos? Solo el futuro lo dirá. Pero quizá todos, desde los jugadores hasta los aficionados, deberíamos empezar a valorar más la constancia que el cambio.
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