Con la desaparición del World Padel Tour y la consolidación de Premier Padel como el único circuito de referencia, era lógico esperar una disminución de la cantidad de torneos que venían asfixiando a los jugadores en los últimos años. Sin embargo, aunque la cantidad de torneos ha bajado, la realidad es que los jugadores siguen enfrentándose a un calendario cargadito, y esta vez con un desafío añadido: la internacionalización del circuito

Milano P1. Premier Padel
Premier Padel ha apostado fuerte por llevar el pádel a cada rincón del mundo. Esto tiene un lado positivo claro: el deporte está llegando a países donde era prácticamente desconocido. Torneos en lugares como Qatar, Egipto, México o Italia son una oportunidad única para expandir el pádel y acercarlo a nuevos públicos. Pero esta globalización también tiene una parte negativa que no siempre se ve desde fuera: el desgaste físico y mental de los jugadores. Imaginen esto: una semana compites en Argentina, la siguiente en Venezuela, luego tienes una semana de “descanso”, después viajas a Roma y, apenas unos días después, apareces en Oriente Medio. No solo se trata de jugar partidos de máximo nivel, sino todo lo que implica: vuelos interminables, cambios de horario, adaptación a climas y superficies diferentes, y poco o ningún tiempo para descansar, entrenar o compartir con la familia.
Aunque Premier Padel ha reducido la cantidad de torneos en comparación con la saturación que existía cuando teníamos los dos circuitos, la exigencia de viajar constantemente por todo el mundo añade un nivel de complejidad que roza lo inhumano. Si bien todos coinciden en que internacionalizar el deporte es necesario, ¿a qué precio se está logrando?. Este ritmo a veces pone en debate la calidad del espectáculo. Un jugador que compite cansado física y mentalmente no rinde al mismo nivel, y eso se nota en pista. Además, el hecho de adaptarse al calendario y horario del continente hace que muchas parejas lleguen a los torneos con menos preparación específica, algo que podría afectar no solo a los resultados, sino también a lo que espera el público.
Por otro lado, no podemos ignorar el impacto económico de todo esto. Viajar constantemente y de punta a punta no es barato, y aunque los jugadores de élite pueden costearlo gracias a sus patrocinadores, para aquellos que no están en el top 30/40 la situación es mucho más complicada. Los premios en metálico todavía no son lo suficientemente altos como para compensar todos los gastos de desplazamiento y logística, y esto podría limitar el desarrollo de jugadores con menor poder adquisitivo.
Es evidente que Premier está siendo ambicioso, pero sería importante replantearse si esto se está llevando a cabo de la forma más sostenible para los jugadores. El éxito del pádel no debería medirse solo por la cantidad de países que visitan, sino por la calidad del espectáculo y las condiciones que tienen los profesionales para rendir al máximo nivel. El crecimiento es innegable, pero sería perfecto que este avance no sea a costa de los jugadores, que son, al final del día, el corazón del espectáculo. Internacionalizar el deporte es imprescindible para que el pádel siga expandiéndose, pero si no se encuentra un equilibrio entre esta expansión y la salud física y mental de los jugadores, las cosas pueden acabar mal.
En el término medio está la virtud, y el desafío de Premier Padel ahora es encontrar ese punto medio que permita seguir creciendo sin sacrificar lo más importante: a los jugadores y la calidad y espectacularidad del deporte.

Puerto Cabello P2 (Venezuela). Premier Padel
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